sábado, 19 de noviembre de 2016

Informe Planeta Vivo 2016 - Riesgos y resiliencia en una nueva era

- Vivimos en una nueva era geológica, denominada “Antropoceno”, en la que los seres humanos, más que las fuerzas naturales, son la causa principal del cambio planetario.
- Esta etapa se considera como el sexto evento de extinción masiva en la historia del Planeta. 



La edición del Informe Planeta Vivo 2016 revela una tendencia decreciente constante en la cantidad de especies de vertebrados. En promedio, la abundancia decayó en 58% entre 1970 y 2012. Si persiste esta predisposición, en 2020, las poblaciones de vertebrados habrán menguado, en promedio, 67% con respecto a 1970. La presión humana creciente amenaza los recursos naturales de los que depende la humanidad e incrementa el riesgo de la inseguridad alimentaria e hídrica y de la competencia por los recursos naturales.

El Índice Planeta Vivo mide la abundancia de la biodiversidad con base en el seguimiento a 14.152 poblaciones de 3.706 especies de vertebrados. Las presiones provenientes de la agricultura insostenible, las pesquerías, la minería y otras actividades humanas que contribuyen a la pérdida y degradación de los hábitats, la sobreexplotación, el cambio climático y la contaminación afectan cada vez más a las especies monitoreadas.

Los únicos afectados no son los animales silvestres y las plantas: cada vez más, las personas también son víctimas del deterioro de la naturaleza. Lo sistemas vivos mantienen respirable el aire y el agua potable, y nos proporcionan alimentos nutritivos. Para seguir prestando estos servicios vitales, necesitan conservar su complejidad, diversidad y resiliencia.

México, biodiversidad amenazada 

México se encuentra entre los países con mayor biocapacidad para proveer bienes y servicios, ya que posee entre 25 y 500 millones de hectáreas globales para producir materiales biológicos útiles y para absorber desechos generados por los humanos. 


Sin embargo, las riquezas naturales de México están amenazadas. De acuerdo con el Índice de Integridad de la Biodiversidad Local (LBII, por su nombre en inglés), que predice cómo se transformará la riqueza de las especies en el futuro en función a los impactos de los cambios en el uso de suelo, de la contaminación y de las especies invasoras, se calcula que para el año 2090 México perdería, en términos generales, entre ente el 20 y 30 % de su riqueza natural.

En cuanto a la Huella Ecológica, que comprende la cantidad de bienes y servicios que consumen los habitantes, los recursos naturales que usan y el carbono que se genera para suministrar estos bienes y servicios, el Reporte Planeta Vivo señala que durante 2012 cada persona degradó en México entre 1.75 y 3.5 hectáreas.

El componente de la huella de carbono es más elevado en las naciones con altas Huellas Ecológicas per cápita, debido al consumo de combustibles fósiles y al uso de bienes que requieren un gran gasto de energía. Habitantes de países como Estados Unidos, Canadá y Australia están ejerciendo una presión desproporcionada sobre la naturaleza, al degradar 7 hectáreas por persona. En el otro extremo de la escala, pobladores de naciones con bajos ingresos tienen una huella ecológica de 1.75 hectáreas por persona, como India, Madagascar, Honduras o Nicaragua.


Los retos: energía y alimentos

El tránsito hacia un planeta resiliente implica una transformación que disocie el desarrollo humano de la degradación medioambiental y la exclusión social. Para promover la perspectiva de la finitud de recursos de nuestro planeta, deben producirse ciertos cambios significativos en el sistema económico global.

Esta transformación requiere cambios fundamentales, en particular, en dos sistemas globales: el energético y el alimentario. En el primero, es clave un desarrollo acelerado de fuentes sostenibles de energía renovable y una transición de la demanda hacia energías renovables. En cuanto al segundo, se requiere un cambio en la dieta de los países con altos ingresos, por medio del menor consumo de proteínas de origen animal y la reducción del desperdicio a lo largo de la cadena alimentaria. Además, para fortalecer la resiliencia de los paisajes, los sistemas naturales y la biodiversidad, así como el sustento de quienes dependen de ellos, es fundamental optimizar la productividad agrícola sin exceder los límites de los ecosistemas, reemplazar las fuentes químicas y fósiles mediante la imitación de los procesos naturales, y estimular interacciones benéficas entre diferentes sistemas agrícolas.

El reporte concluye que la velocidad con que tracemos nuestro rumbo en el Antropoceno será determinante para nuestro futuro. Al permitir y fomentar innovaciones significativas y habilitarlas para que los gobiernos, las empresas y los ciudadanos las adopten rápidamente, aceleraremos el viraje hacia una trayectoria sostenible. El reto está tomar mejores decisiones en función de la salud del Planeta, como lo sugiere la siguiente gráfica:


Descargue el informe completo o el resumen (ambos en español).